Hay personas que han convivido con los libros desde que son pequeños, y es en esa edad en la que se vuelven lectores. Es difícil para mí imaginar lo que es eso, porque no tuve muchos libros durante mi infancia, ni leía constantemente. En mi casa no hubo algo que se pudiera llamar “la biblioteca de la casa”, debido a que mis padres fueron educados alejados de los libros. Además, eramos una familia muy humilde, que vivía en una casa de lámina con una dieta constante a base de papas. Había que preocuparse por la comida, antes que por los libros. Sin embargo, de forma orgánica y casi instintiva sabían que algo había en esos objetos que te permite crecer y que me harían mucho bien. Por eso, en cuanto pude leer, poco a poco y dentro de sus posibilidades económicas fueron comprándome algunos libros. Otros fueron regalos de los patrones de mis padres. Al final, todos eran regalos para mí, objetos que hacían más llevadera la soledad de la casa —soy hija única—. En esa edad te