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Construyendo las habitaciones de la intimidad. Entrevista a Montserrat Ocampo Miranda



La primera vez que vi y escuché a Montserrat fue en la presentación de su segundo poemario, Áureo, editado por el sello editorial Esperpento. Supongo que la calidez con la que presentó su libro fue la que me hizo invitarla a colaborar en la etapa primigenia de lo que hoy es Revista Moria, la publicación que edito. Desde ese día, Montserrat y yo hemos colaborado en un par de proyectos, además de compartir distintos gustos y concepciones literarias.



Al leer Áureo, percibí inmediatamente la necesidad de enunciar sentimientos muy personales sobre el amor, el miedo, la inocencia y la ruptura de la misma. Pero no fue hasta que me encontré con su narrativa que estos temas se desenvolvieron con más  contundencia literaria. Desde una fiesta infantil en donde la festejada enloquece psicóticamente hasta la estampa narrativa de un oficio que está a nada de extinguirse: mecanógrafo de un escritorio público. 

Montserrat dota a sus personajes y narrativa de esa simpatía, honestidad y candidez que ella misma posee como persona. Como escritora, aunque se ha mantenido de bajo perfil, destaca no tanto por sus opiniones incendiarias, famas feisbuqueras o porque una horda de fans vaya tras ella, sino por la limpieza y dedicación que le ha puesto a su trabajo literario y los frutos que esta concentración le ha rendido. Recientemente, cuentos de Montserrat fueron publicados en las antologías Los regreso de Zapata (Cimandia, 2014) y Entreletras (Secretaría de Cultura de Morelos, 2013).

¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura?
Me acerqué a la literatura desde pequeña, no porque fuera una ávida lectora sino que siempre andaba en otro mundo, dibujaba y andaba inventando personajes. Mi abuela decía que en lugar de estar con los pies sobre la tierra, siempre estaba volando. Recuerdo mucho  un libro de la colección Barco de vapor que se llama Bibiana y su mundo —me lo dejaron leer en quinto año de primaria,  más o menos— y me encantó, lo leía cada vez que tenía tiempo. También me gustaban los comics. Empecé por esa parte, pero yo creo que mi gran acercamiento fue en la secundaria y en la preparatoria gracias a mis clases de literatura mexicana. Leí Pensativa de José Goytortua que es una novela extrañísima sobre la guerra cristera que casi no se conoce porque en muchas escuelas la tenían vetada. Mi escuela como era religiosa, pues era casi de “tienen que leerla”. Con esa novela me di cuenta de lo mucho que me gustaba leer y confirmé lo que decía mi abuelita. A partir de ahí fue un descubrimiento progresivo que me entusiasmaba mucho. Además, mi tío me regaló todas sus colecciones de clásicos. Él me inculcó mucho la lectura. Tal vez por imitación o admiración leía lo que a él le gustaba, ya después fue mi propia curiosidad o interés por leer más.

¿Hubo algún libro o autor que después de leerlo hayas dicho: “Yo quiero escribir”?
Creo que eso pasó con Pensativa. Tenía que hacer un reporte muy sencillo para la escuela, y mi texto era enorme. Mi maestra se sorprendió mucho y me preguntó si me había gustado mucho o qué. Y sí, me encantó, fue una novela que de verdad me impresionó, además de ser de un autor mexicano y que en su momento fue muy popular y ahora casi nadie la ubica. Luego me la fui encontrando en la preparatoria y en la universidad. Ya casi que me la sé de memoria ¿no? En una de esas tantas veces que la leí fue que dije: “A mí me encantaría poder escribir algo así”.

¿Cuáles son los géneros en los que has trabajado y en los que te sientes más cómoda?
Primero comencé como articulista, después hice poesía, novela, cuento y minificción. Ahora estoy haciendo ensayo literario. Pero creo que en todo este tiempo, ya más o menos me he dado cuenta de en dónde me siento cómoda. Me gusta mucho escribir novela, el relato largo me encanta. Soy como de los extremos: cuento largo y minificción. En el ensayo también puedo trabajar muy bien. Es curioso, porque me permite escribir desde mi perspectiva. Es algo muy íntimo, de mí misma y eso es muy difícil. Es la primera vez que trabajo así. Entonces, me siento cómoda, porque estoy siendo yo. No estoy hablando a través de un personaje ni nada, sino a través de mí. A la vez es un reto totalmente diferente. La poesía, por ejemplo, ya no la puedo escribir, ya no me siento ahí.

¿Lees poesía?
Leí mucha poesía en la especialidad porque mi maestra era extraordinaria y nos enseñó apreciación e interpretación de la poesía. Fue algo nuevo, e incluso escribí poemas a partir de ese trabajo, como una forma de volver al poema, de revolverlo, no sé cómo decirlo. Pero aun así ya no es algo que me guste hacer, no me siento cómoda. La poesía que más me gusta curiosamente es la Cummings, Dylan Thomas, la poesía inglesa o en inglés. Y de poesía mexicana: los nocturnos de Villaurrutia, Enrique González Martínez, etcétera. Curiosamente me gustaron más los contemporáneos. Me sorprendió que fueran gente muy culta, interdisciplinaria y que tenían puestos burocráticos o diplomáticos,  no eran el típico poeta que se sienta a escribir y ya.

Mencionas que en el ensayo te sientes más cómoda porque te permite hablar desde tu perspectiva personal, desde lo más íntimo de ti. Sin embargo me parece que es algo que ha permeado toda tu obra hasta ahora. ¿Piensas deliberadamente en los temas que vas a tocar al momento de escribir?
Creo que no. Una vez  leí que uno debe escribir de lo que conoce. Cosas que son conocidas o cercanas a mí es lo que me motiva al momento de trabajar creativamente. Claro, no quiero caer en el lugar cómodo, siempre busco algún desafío o salir de mi zona de confort, pero generalmente al momento de escribir hay ciertos temas que te gustan e irremediablemente vas hacia ellos. Todo esto de la introspección me gusta porque siento que las historias surgen a partir de los personajes y la situación que pongas, sea la más común o cotidiana, puede suceder cualquier cosa. Me encanta ese tipo de cosas que son muy rutinarias, como una fiesta de cumpleaños, y de ahí te puedes salir. Meter elementos o circunstancias que te pueden llevar a otra cosa.

¿La formación académica influyó de alguna manera en tu escritura?
Cuando entré a estudiar Artes, escribía de una forma y con el paso de los años y de asistir a talleres, pues se fue transformando. Pero tener esas dos formaciones, la artística y la literaria, me permite compartir estas dos vertientes. Me gusta porque la experiencia visual la puedo tener más clara al momento de escribir. Yo creo mucho en eso de la interdisciplinariedad, el poder alimentar tu trabajo creativo de varias áreas artísticas. No estudié Letras al principio, porque no quería que se convirtiera en una obligación, además, estudiar Artes me permitió experimentas con muchas otras cosas que me inquietaban en ese momento.

Contrario a mucha gente de nuestra generación y de Cuernavaca, que busca figurar en todos lados o ser populares en las redes sociales, noto que tú te has alejado de todo eso. ¿Consideras que el escritor está obligado a ser una figura pública?
No, de hecho, me aterroriza. Yo creo que si tú tienes influencia sobre alguien es una responsabilidad enorme ¿no? Y a mí la figura pública no me gusta. Sucede que soy introvertida. Siempre he defendido que la actividad del escritor es solitaria y claro que es bueno compartir de vez en cuando y socializar, pero creo que no debería ser la función principal del escritor. Porque entonces te vuelves en un educador o tu trabajo en texto panfletario o un promotor de algo. Y yo creo que el escritor hace todo menos eso.

La relación que establece el lector con el autor debe ser a través del texto ¿no?
Sí, claro. Cuando se pone al autor como una cosa intocable o un hacedor de milagros, ahí ya se pierde totalmente lo que es literatura. Al inicio, a lo mejor uno piensa que los escritores están tocados por alguna aura divina, pero al final de cuentas descubres que no es así. Y si algo he aprendido de mis tutores o de mis maestros —como Francisco Rebolledo o Felipe Garrido—, es que entre más honesto seas contigo mismo y transportes esa honestidad de tu trabajo a tu vida estás libre de esas cosas.

Esta pregunta la he repetido en casi todas las entrevistas, y un poco, la intención es hacer un diagnóstico de lo que está sucediendo en Cuernavaca en el ámbito literario. ¿Cómo ves la participación institucional dentro del ambiente editorial de Morelos?
Híjole, yo creo que está terrible, es un asunto como de risa. Para empezar Morelos es un estado que se ha quedado rezagado en que las cosas culturales tienen que ver con la artesanía o el folklore y la historia. Creo que pasan y pasan los años y sigues escuchando cosas de la Revolución…

O Malcolm Lowry
O Malcolm Lowry. Todo ese tipo de cosas ya es innecesario ¿no? y todas las otras cosas están fuera. Está mal la comparación, pero hay ciudades como León o Xalapa, que le meten mucho trabajo a sus ciudades. No solamente crecen en infraestructura o en paisaje urbano sino también en festivales. Son ciudades que quizás no son urbes como Monterrey Guadalajara o D.F., pero se preocupan porque las actividades culturales y artísticas sean de calidad. Yo creo que Morelos, para empezar, necesitaría una feria del libro, pero no una en la que sólo participe Morelos, sino una feria como la que se hace en Guadalajara. Yo sé que tal vez es pedir demasiado, pero se podría hacer poco a poco.

Por ejemplo hay ferias que no son tan grandes como Guadalajara —porque esa FIL es ya todo un monstruo— pero la Feria de Monterrey, la de Minería o la Feria Universitaria de Xalapa, se esfuerzan por armar un buen programa de actividades dentro de sus posibilidades…
Sí claro, ese tipo de cosas se pueden hacer. Yo creo que la propuesta se podría poner y mucha gente lo haría ¿no? Pero me parece que Morelos si tienen un gran problema cultural ahorita. Y la gente, o no quiere o no se da cuenta. Los apoyos artísticos cada vez más están reducidos, las publicaciones cada vez son menos, ya no está la convocatoria de obra inédita ni un seguimiento a los proyectos que fueron ganadores del FOECA. O lo publican en estas antologías que no tienen una buena exposición y que se publican años después de que se dio por terminado el estímulo, perdiendo su vigencia.

Sí, al final se tratan de publicaciones que sólo surgen para cumplir un requisito burocrático y no realmente como producto editorial.
Sí, es muy triste. Además que exista tan poco apoyo no sólo con las ferias, sino las presentaciones de libros, eso se ha dejado de hacer. Todo se hace en Cuernavaca, nada sale de aquí. Y en otros lugares como Cuautla o Cuernavaca es sólo una extensión de lo que se hace en la capital del estado, lo mismo, pues.

¿Y cómo ves a los proyectos independientes?
Pues creo que a partir de que institucionalmente todo está cerrado, los proyectos independientes han tenido vigencia o han visto la luz. Que todos sean buenos, eso es otra cosa, pero me parece que ha sido un gran avance porque hace unos diez años —tengo entendido— no sucedía nada de esto. Hubo un boom, de repente. Yo creo que también tuvo que ver la tecnología, la generación…

Ahorita como que se asentó mucho ¿no? De pronto hubo mucha actividad, pero como qué de un año para acá, se detuvo.
Yo creo que se asentó por dos cosas: Una, que no es redituable. La gente tiene que vivir de algo. A mí me pasó. Mi visión fue: voy a seguir estudiando pero aquí en Morelos no encuentro nada, me voy al D.F. y pierdo mi contacto aquí. Entonces, como que te desconectas y se acaba. La otra cosa es que estamos como en una especie de círculo vicioso, todos haciendo lo mismo. Las propuestas no cambian y no salimos de aquí. Nos quedamos en una especie de pueblo fantasma en donde no se mueven las cosas más que entre nosotros, cuando ya consumimos lo que teníamos que consumir.

¿Crees que hace falta un ejercicio crítico en los proyectos independientes?
Sí, definitivamente. Lo que está pasando es que se editan revistas o se hacen libros y no hay alguien que diga: esto no debió haberse hecho así o esto salió bien pero se puede mejorar ¿no?, a lo mejor le faltaba trabajo. Y también es un ejercicio honesto que todos deberíamos hacer, finalmente queremos lectores, y si no está destinado a ellos, no tiene sentido. Creo que la crítica le daría más fluidez a todo el ambiente artístico de Morelos.

¿Qué autores de Cuernavaca recomiendas?
Mi relación con el ambiente literario de Morelos es un tanto distante, hacer una lista es un poco complicado. Yo creo que quizás deberíamos salir un poco de nuestros nichos, porque a veces no conocemos lo que hacen otros artistas en otras disciplinas en nuestro propio estado o ciudad, o sí lo conocemos es porque se trata del trabajo de nuestros amigos. Recomendaría, quizás, que nos acerquemos a conocer eso que está afuera de nuestro círculo social o creativo.

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